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De Viquitexts
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Emilio.  Y cómo no,

si ambos le somos deudores
de tanto y tanto favor?

Rosal. De esta horrible incertidumbre

sácame, Emilio, por Dios.
De mi buen padre el indulto….

Emilio. Nada mi afan consiguió.
Rosal. De veras?
Emilio.  (Siento engañarla:

pobrecilla!)

Rosal.  Esto es atroz!
Emilio. Mi tio con su influencia

no hubo medio ni ocasion
que no empleara al instante
de tu buen padre en favor.
(Qué alegría cuando sepa
que llevo su salvacion.)

Rosal. Emilio!
Emilio.  Nada te inquiete,

pues júrote por quien soy
que antes de mucho, ángel mío,
reinará en tu corazon
la dicha que hoy el destino
de tu pecho arrebató.
Juré en Madrid á mi tio,
porque lo exigió su voz,
no revelar ni a ti misma
los planes que me trazó,
y aunque te ofenda, es preciso
cumplir con mi obligacion.

Rosal. Segun te esplicas, tu tio

aprueba al fin nuestra union?

Emilio. Mucho más: cuando le dije

que viendo el crudo rigor
con que tu padre y tu tio
nos trataban á los dos,
hicimos que un sacerdote
nos diera su bendicion,
y que un tierno y noble vástago
lo demandaba favor...

Rosal. Concluye.
Emilio.  Tiernos sollozos

velaron su dulce voz,
y al final esclamó: «Hijo mio,
cuenta con mi proteccion:
no tengo á nadie en el mundo
mas que á vosotros; desde hoy
formemos una familia
tus hijos, tu esposa y yo.»