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y á los montes os vais vos.
—Esas palabras, la niña,
no eran sino traicion:
¿Cuyo es aquel caballo
que allá bajo relinchó?
—Señor,—era de mi padre,
y enviólo para vos.
—¿Cuyas son aquellas armas
que están en el corredor?
—Señor, eran de mi hermano,
y hoy vos las envió.
—¿Cuya es aquella lanza
que desde aquí veo yo?
—Tomadla, conde, tomadla,
matadme con ella vos,
que aquesta muerte, buen conde,
bien os la merezco yo.
(Cancionero de Romances.—V. Duran.)