Hincó rodillas en la tierra—y esta oracion decia:
«En las tus manos, Señor,—encomiendo el alma mia:
«no me juzgues mis pecados—segun que yo merecia,
«mas segun tu gran piedad—y la tu gracia infinita.»
Acabada es ya, buen Conde,—la oracion que yo sabia.
Encomiéndoos esos hijos—que entre vos y mí habia,
y rogad á Dios por mí—mientras tuviérades vida,
que á ello sois obligado—pues que sin culpa moria.
Dédesme acá ese chiquito—mamará por despedida.
—No le despertais, Condesa,—dejadlo estar que dormia,
sino que os pido perdon—porque ya se viene el dia.
—A vos yo perdono, Conde,—por amor que vos tenia;
mas yo no perdono al Rey,—ni á la Infanta su hija,
sino que queden citados—delante l' alta justicia,
que allá vayan á juicio—dentro de los treinta dias.—
Estas palabras diciendo—el Conde se apercibia;
echóle por la garganta—una toca que tenia,
apretó con las dos manos—con la fuerza que podia:
no le afloja la garganta—mientras que vida tenia.
Cuando ya la vido el Conde—traspasada y fallecida,
desnudóla los vestidos—y la roba que tenia:
echóla encima la cama—cubrióla como solia;
desnudóse á su costado—obra de un Ave María;
levantóse dando voces—á la gente que tenia.
—Socorred, mis Caballeros,—que la Condesa se fina!—
Hallan la Condesa muerta—los que á socorrer venian.
Así murió la Condesa—sin razon y sin justicia;
mas tambien todos murieron—dentro de los treinta dias.
Los doce dias pasados—la Infanta ya se moria;
el rey á los veinte y cinco—el Conde al treinteno dia.
Allá fueron a dar cuenta—á la justicia divina
acá nos dé Dios su gracia,—y allá la gloria cumplida.
En Agustí Duran acompanya aquest romans ab la següent nota:—«Este romance, mas bien de amor que caballeresco, se coloca como tal entre los del Ciclo Carlovingio, por ser una historia hecha á semejanza de la del Conde Claros, y por contener vestigios de las costumbres feudales, y del poder que á
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