RECUERDOS AMARGOS
Dice un refrán catalán: De la sang ne podràs dir, però no en podràs sentir. De la sangre, de los nuestros, de la familia podemos maldecir, podemos criticarlos, mas no podemos tolerar que maldigan de ellos, que los critiquen los demás. Así nos subleva, y con razón, que se nos tilde de rudos y groseros. Y con razón, pues con serlo un tanto, no lo somos del modo que algunos han dado en suponer. Demás de que ofende — y eso sí que es ser grosero de la peor especie — oir como a uno le llaman grosero y rudo á la cara. Conque ¡guerra á quien nos moteje y ofenda, á quien digui de la sang!
Pero, ya que no toleremos sin protesta que los demás nos critiquen y echen en cara nuestros defectos, procuremos, así inter nos y en familia, dir de la sang, estudiarnos y analizarnos serenamente y sin pasión, indagar y publicar nuestros defectos, porque solo de esta suerte será posible que alcancemos á corregírnoslos.
Uno tenemos, y grave, del cual saltan muestras á cada paso. Observábalo yo el otro día para mí mismo con dolor, porque le tengo por de los peores. Refiérome á nuestra general tendencia á refrenar y esconder los impulsos de nuestro entusiasmo, ó ya porque no sintamos éste con ímpetu bastante á avasallar nuestro encogimiento, ó ya porque la maldita propensión de nuestra naturaleza se sobreponga y
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Aparença
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