espada en la mano en el campo del honor?»
«Señora, yo no he temblado jamás delante de los enemigos del trono en el campo de batalla, ni en las lides del partido, ni en las barricadas de Barcelona. Pero... ahora estoy conmovido ante vuestra Real bondad. Solo pediré una gracia...»
«Concedida, Janet, concedida,» — va dir picant de mans ab alegría; — el Duque proveherá. ¿Díme, ahora que ya te la he otorgado, qué gracia es esa?»
«Señora, que no permitan pasar más carros ni coches por mi calle del Infern. Algun día me van á aplastar un hijo.»
«¿Cómo, en Barcelona teneis la calle del Infierno? ¡qué horror!»
«Permíta V. M; no nos falta nada en nuestra ciudad: á tiro de escopeta tenemos la del Paradís y el Arco de la Gloria; las dos tengo el honor de ofrecerlas à Vuestra Magestad.»
«Esto me reconcilia contigo. Es decir, que vives en la del Infierno y eres vecino de los cielos.»
Y van fer broma ella y el Duque, que no se la podía acabar.
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Aparença
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