entre ellos, muy imperfecto y confuso. Verosímilmente reinaba la secta que San Epifanio llama barbarismo ó el Sabismo, que, según otros, era la más antigua y común entre los pueblos primitivos. Aunque no concedamos lo que pretenden algunos de nuestros modernos, que los antiguos españoles conservaron la tradición y culto primitivo del Dios verdadero, ni extendamos á estos tiempos lo que dice San Agustín, que algunos filósofos españoles conocían á un solo Dios; sin embargo, es preciso confesar que apenas nos quedan vestigios de la idolatría de España antes de la venida de los Fenicios. Su culto y religión, si alguna tenían, no era tan abominable y supersticiosa como la de los pueblos del Oriente. No contentos con la idea interior de la divinidad, la procurarían hacer sensible con símbolos materiales que la representasen. Convirtieron después estos símbolos ó imágenes en objetos absolutos del culto y adoración. Reconocieron por divinidades al Cielo, el Sol, la Luna y los demás astros; ésta parece la primera y más natural fuente de la idolatría. También el amor de los padres á sus hijos, la veneración de éstos á sus antepasados, la habilidad de los artífices para hacer imágenes primorosas; fué causa que las estatuas de los héroes, y los retratos de familia se convirtieran en otros tantos dioses; hasta que, en fin, una errada filosofía y una política artificiosa multiplicó sin número las divinidades. Pero esto fué en las naciones cultas, y donde florecían las ciencias y las artes. Mas en las incultas y bárbaras no se multiplicó tanto el número de las falsas divinidades. Su misma barbarie las preservó largo tiempo de esta desgracia. Su religión, á la verdad, era falsa, diminuta y más grosera que en los pueblos civilizados; pero al mismo tiempo más sencilla, menos absurda y no tan supersticiosa. Tal sería el estado de los Españoles antes de la venida de los Fenicio...» Masdeu dice que se debe convenir que la religión revelada se introdujo en España juntamente con los primeros habitantes, y que se mantuvo constantemente por medio de la tradición, hasta que los Fenicios llevaron la muchedumbre de sus
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Aparença