Uzés, rivalizan este año en espléndidas fiestas. Conciertos, representaciones de operetas y de óperas, magníficos banquetes, cacerias, que sé yo. Las diversiones se suceden sin interrupción, los convidados se renuevan de semana, en semana, y todos los dias llevan los trenes en grandes cajas á las interesantes huéspedes de la Princesa y la Duquesa las últimas novedades, los mas inéditos primores de la Moda.
Cada señora de las que toman parte en estas solemnidades necesita cambiar de traje y de prendido tres ó cuatro veces lo menos cada dia. Gracias á esta prodigalidad, los que trabajan no notan, bajo el punto de vista de su remuneracián y su ganancia, la ausencia de los astros de los salones parisienses.
En Inglaterra se va al campo para economizar, en Francia para ofrecer nuevo escenario de lujo y á la esplendidez. En una de las últimas recepciones del Castillo de Chaumont, la magnificencia de los trajes llegó á su mayor grado. Entre ellos se admiraron: uno de lampas gris perla guarnecido de plumas blancas, otro malva velado con soberbios encajes y adornado con preciosas orquideas, otro de crespón azul Leman salpicado de perlas y adornado con baldaquines de encaje, otro de piel de seda color paja y por adorno una bellisima combinación de plumas y encajes, otro de terciopelo blanco cincelado con adorno de perlas... En fin, seria el cuento de nunca acabar; por supuesto, cuento de las «Mil y una noches.»